Abrieron Txus Blues y Jose Bluefingers, esos dos tipos a quienes podemos ver cinco veces seguidas y, aunque repitiesen las mismas canciones, seguirían haciéndonos pasar un rato estupendo. Ingeniosos y cachondos patológicos, y grandes instrumentistas; detalle que a veces pasa desapercibido por debajo de su sentido del humor, pero que no debemos olvidar.
Después de Txus y Jose llegó el turno de Pepe Delgado y la Reunión de Blues, que incluía al bajista Nico Bech, del otro proyecto de Pepe, los Dienteslargos. También en su música se notó esa vertiente más rocanrrolera de la que hace gala últimamente. En algunos momentos tal vez hubo algo de exceso de distorsión, pero no estoy seguro de que se debiera a los decivelios que imprimía la banda o al equipo de sonido, prestado, como corresponde a todo buen festival de crisis. Pepe y los suyos pusieron la primera nota de animación máxima de la jornada, y además fue un placer volver a ver sobre el escenario a músicos que no se prodigan mucho, como Julio Colín o Manuel de Arcos.
Y llegó el momento de la jam-session. Llegó el momento de quedarse boquiabiertos viendo como hay chavales de entre doce y dieciséis añitos, que tocan la guitarra, la armónica, la batería... No solo les gusta el blues a sus edades, sino que además, y para colmo de alegrías, cuando les preguntas si les gusta el blues, ellos contestas, "por supuesto, como debe ser". Aún se me eriza la piel mientras lo escribo. El resto de participantes de la jam, tanto alumnos como profesores, fueron un estupendo nexo (sinceramente, mejor de lo que esperaba) entre los conciertos bespertinos y el atardecer.
Y al atardecer, Andabluses suben a las tablas para seguir dándonos lo que siempre nos han dado. Son una apuesta segura, de las que nunca fallan y de las que sabes, sin lugar a la duda, que no defraudarán. Chiqui Mingo tuvo uno de esos días en los que su guitarra suena con la medida excata de fluidez y tensión, y cuyo resultado suele ser llamado "feeling"; nada que ver con masturbadores de mástiles, ni con florituristas de medio pelo, ni con efectistas de portada de revista especializada.
Edu Bighands & Whiskey Tren. Una vez más, de lo mejor de la velada. Una vez más, la sutileza, el saber hacer y estar, las tablas que más bien son tablones... Edu no es un guitarrista y cantante de blues, es un estilista del blues. Esta banda no necesita poner sus amplificadores al máximo porque sabe que la gente ni es sorda ni quiere quedarse sorda. Estos tíos son muy buenos, y lo demuestran permitiendo que, entre el público, uno le diga a otro "qué buenos son", sin dejarse la garganta en el intento. Son muchos, por estos lares, que saben hacerlo... pero no les gusta.
No fue una sorpresa ni pilló a nadie a contrapié: la inmensa mayoría había ido para ver a Caledonia. Yo que -valga la inmodestia- siempre me he tenido por alguien que confía en su manejo del lenguaje, no sé qué os puedo contar sobre Caledonia Blues Band, que ya no sepáis. En cuanto a su actuación, ¿qué queréis que os diga? Estos tíos siguen siendo muy grandes, pero no solo por cómo tocan, no solo por su presencia sobre el escenario, no solo por su enorme carisma. Lo que más grandes hace a quienes forman Caledonia Blues Band, es su forma de ver todo esto: charlando con Mike le pregunté si era consciente de que la mayoría de la gente había ido por ellos, y me contestó que lo único que sabía con seguridad es que actuaban los últimos. Poco antes le pregunté a Juan Arias si con tanto reencuentro la mítica Caledonia se estaba convirtiendo en la eterna Caledonia, y me contestó que solo eran seis amigos que volvían a reunirse para tocar un rato.
En cuanto a la organización, salió bien todo lo que podían controlar. Si hubo flecos fueron los flecos propios de una primera edición, esos que sirven para aprender, y no molestaron ni se dejaron notar en absoluto. Hubo quien dijo que se le había hecho demasiado largo, pero yo he ido con quienes lo dicen a festivales de tres días cuyas actuaciones empiezan a la una de la tarde y se alargan hasta casi el amanecer.
Sevilla e la
mejó… el arte… er salero… viva Sevilla y olé, miarma. Todo eso está muy bien, pero,
¿de qué manera demostramos querer de verdad a nuestra tierra?
Llenamos
festivales en los que pasamos calor, nos mojamos, malcomemos, dormimos poco y
gastamos dinero en transporte y estancia… pero fuera de Sevilla.Lloriqueamos, nos quejamos y protestamos de la falta de oferta cultural para todos en nuestro entorno… pero cuando se organiza algo… Cuando un grupo de personas se esfuerza, saca tiempo de su tiempo libre y trabaja muchas horas durante meses, totalmente gratis, solo para organizar un evento, de repente nos entra sueño, calor, desganas, pereza por la distancia… Empezamos a ver problemas de transporte, de horarios, de dinero… Todo lo que haga falta para no ir.
La Casa del Blues de Sevilla ha organizado el festival Potaje & Blues en Las Pajanosas. Se abrieron las puertas a las doce del medio día, y la primera de las cinco actuaciones comenzó a las tres de la tarde, para dar tiempo a comer. Sí, se podía comer allí, y casi gratis. También se podía uno desplazar en el autobús que la organización fletó desde Sevilla, y que hizo el viaje de vuelta nada más finalizar el evento. El cartel era bueno, tampoco hizo tanto calor como esperábamos, y además, había habilitadas zonas de sombra… todo por cinco euros.
Ahora será muy fácil empezar a soltar “es que yo”, “es que la hora”, “es que el calor”… Les recordaré todos esos “es que” cuando nos veamos en festivales de otros lugares remojándonos como podamos.
La organización ha aprobado con nota en esta primera entrega del Potaje & Blues como festival… pero los aficionados hemos suspendido. No se puede obligar a nadie a asistir a ningún sitio, pero no haber ido, al menos bajo mi punto de vista, les deslegitima para volver a quejarse.
Fotografías en facebook.com/terminal.blues