jueves, 29 de julio de 2010

BLUESCAZORLA 2010 ¿BLUES?

Para que algo funcione bien, nada como seguir las instrucciones: la conducción de un automóvil, por ejemplo, resulta imposible si no sabemos donde está, y para que sirve, cada pedal.
Si las instrucciones vienen explícitas en el nombre, todo es más fácil: por mucho calor que haga, la carrocería de un coche no está diseñada para freír huevos, por eso no se llama sartén.
Cuando, para colmo, somos nosotros quienes bautizamos el objeto o el evento, basta con hacer un sencillo ejercicio de coherencia: se puede usar un coche como dormitorio de forma puntual, pero si lo hacemos por sistema, terminaremos diciendo que nuestro dormitorio tiene ruedas.

Siguiendo las premisas anteriormente expuestas, no me queda otra que preguntar: ¿Qué le pasó al blues en BluesCazorla 2010? Eso del aperturismo está muy bien, pero lo de este año fue más como echar el café en el azucarero. Nadie se asustó cuando, hace unos años, vimos el nombre de una banda psychobilly en el cartel del BluesCazorla. Fue como la banda de blues que suele incluirse en todo festival de jazz, el punto surf en un cartel de rock, la tapa fuera de carta. Fue el momento “dormitorio” por el que todo coche pasa alguna vez. Pero este año, la tapa fuera de carta se ha convertido en menú.

Echando mano de la manida frase de Waters, podríamos decir que el primer día estuvo formado por varios “hijos del blues”, título que propongo a la organización para ediciones venideras, si van a seguir en este plan. Disfrutamos con el soul de Paperboy, y con la rock’n’roll actitud de Loquillo. Pero llegó el segundo día, y el blues seguía sin aparecer, salvo en las manos de un genial Lluis Coloma, que tuvo que lidiar con un piano diferente al indicado en el rider del músico catalán, a pesar de lo cual, el show dejó boquiabierto al personal. Fuentes de la organización nos aclararon que “el piano que pidió Coloma se habría desafinado con temperaturas tan altas”, contratiempo que se habría evitado programando esta actuación en el escenario que Lluis Coloma merece, que es el de la plaza de toros.

A media tarde, en el auditorio, llegaron a oírse gritos de “tócate un shuffle ya”, pero eran superados por los gritos del vocalista de Guadalupe Plata, una especie de mezcla entre Screamin Jay Hawkins y Tito & Tarántula, que proponen un concepto interesante, pero demasiado denso y repetitivo: hora y cuarto en el mismo tono y abusando de acoples, es demasiado. Y llegó la noche, y allí, en la plaza de toros, sobre el mismo escenario por donde han pasado gente como Koko Taylor, Magic Slim, Buddy Guy o Pinetop Perkins, tuvimos que esperar a pasada la media noche para que Sugar Ray Norcia y sus Bluetones pusieran el blues. Un auténtico concierto de blues, en casi dos días de festival de blues, es corto bagaje, pero lo estábamos pasando bien, que también cuenta.

A partir de ahí, luces y sombras en todos los escenarios. Destaco a Jimmy Vauhgan, sencillamente magnífico, a pesar de la innecesaria presencia de una corista que cobró demasiado protagonismo. Sobre Joe Bonamassa me sigo preguntando para qué dar un concierto entero, si en las primeras tres canciones ya se han exhibido todas las notas y escalas habidas y por haber, y a una velocidad que aburre: el virtuosismo sin feeling no sirve de nada.

“The Woman of Chicago Blues”, de la misma franquicia que “A History of Chicago Blues”, sensacionales y por derecho, pero demasiado corto. Ya sé que lo bueno, si breve, dos veces bueno, pero siete canciones, más que breve, resulta ínfimo. Buddy Whittington llegaba avalado por su pasado en los Bluesbreakers de John Mayal, que dijo de él que fue su mejor guitarrista, pero visto lo visto, y tratándose de un festival de blues, cualquiera de sus ex-compañeros habría aportado más. A J. Teixi Band no les encontré ni el blues, ni nada que se acercase, siquiera, a alguno de sus derivados.

De Los Deltonos esperábamos más canciones de cuando hacían blues, y en cambio nos ofrecieron un repertorio más propio de Los 40 Principales. Su cantante, Hendrix Roeber, también actuó en solitario, en la Plza. Sta. María, con una serie de odas al aburrimiento, muy apropiadas para tener de fondo mientras el respetable comía. También pasó por Sta. María Joe Louis Walker y toda su banda, con un adelanto de lo que sería su concierto en el escenario grande, donde demostró tener mucho más blues en su voz que en su guitarra. Pero quien batió todas las marcas en el escenario pequeño, volvieron a ser Txus Blues y Jose Bluefinger, de ingenio inagotable, que cada año congregan a más cientos de fieles.

En el auditorio, Miss in Blues demostraron que, echándole morro, se puede montar una banda de blues sin músicos de blues, y que el exceso de innovación desvirtúa al género. Susan Santos & The Papa’s Red Band, muy correctos, aunque a la voz de Susan le falta algo de fuerza. Massena me aburrieron, y Mauri Sanchis no me pareció una actuación propia de ese escenario vespertino. Por cierto, sigo sin entender por qué la organización no cambia, en ese escenario, el innecesario juego de luces, por un buen toldo que evite que los músicos se sientan como caracoles en la olla.

Muchos aficionados, de los que llevan años asistiendo al BluesCazorla, decidieron no comprar el abono, demostrando que a Cazorla también se va por Cazorla en sí, y por lo que de encuentro entre amigos sigue teniendo. Se conformaron con las actuaciones fuera de abono, y con las improvisadas jam-sessions callejeras que, si bien tampoco son ya lo que eran, fue donde más blues pudimos disfrutar. Quienes no somos excesivamente puristas, lo pasamos bien, buscando, en cada artista, lo que sabíamos que podíamos encontrar. Llegamos a abstraernos de lo que debe conllevar el nombre “Festival de Blues”, y disfrutamos de tres días en el paraíso cazorleño.

En conclusión, BluesCazorla 2010 ha sido, desde el punto de vista comercial, inapelable. El aperturismo temático tiró de un público más variado y, en el caso del primer día, más abundante. Desde la visión de cualquier aficionado a la música que da nombre al festival, cortito, muy cortito, en lo que a blues se refiere. No sé si la ausencia de lo que se anuncia responde a presiones de los patrocinadores, o a una gestión encaminada a buscar nuevas tendencias. Lo que sí tengo claro, y lo digo con gran pesar por lo que este festival significa para mí, es que tal vez sea hora de llamar coche al coche, sartén a la sartén, dormitorio al dormitorio… y al BluesCazorla, simplemente, Festival Internacional de Cazorla.

Fotos: Lucky Tovar
©Lucky Tovar