martes, 26 de julio de 2011

BLUESCAZORLA 2011

Otra vez en ruta a Cazorla... y van diecisiete

Las seis de la mañana es una hora que solo suena bluesera cuando aún no te has acostado, no cuando te acabas de levantar. Pero esa es la hora a la que acordamos, mi colega Jesús y yo, salir hacia Cazorla. Jesús lleva cuatro años queriendo saber lo que es el festival, pero, cuando no es por una cosa es por otra...
Marcamos la ruta, tomamos un café -que aún no estaban los estómagos para recibir nada sólido- y nos pusimos en marcha.

Hasta Bailén todo fue autopista y música en el CD. Yo había p`reparado una lista del mejor blues de carretera, pero no me quedó tan bien como a Jack Nicholson en 'Mejor imposible'. No obstante, acompañó bastante bien el camino hasta aquel bar de carretera que también parecía salido de una película: uno de esos dramas sobre el declive de un garito desde que construyeron la autopista. Pero cuando nos cobraron doce euros por un desayuno que en Sevilla habría costado la mitad, llegué a pensar que tal vez por eso tuvieron que deshabilitar el enorme salón que antaño fue comedor y donde ahora solo comían las arañas.
El desayuno mediomañanero empezó a hacer estragos en nuestro precario presupuesto, que, de hecho, nos obligó a conformarnos con dos de los tres días que dura el mejor festival de blues del reino.

¿El mejor del reino?
Muchos de los aficionados entre los que suelo moverme, han decidido que esta edición del BluesCazorla no cumplía dicha premisa. En el cartel no había seis o siete primeros nombres, y casi todo el elenco estaba conformado por músicos poco conocidos, de esos que te lo tienes que currar un poco y buscar en Internet para saber cómo suenan. De golpe y porrazo, la sencillez y humildad propias del blues, desaparecieron para estos buenos aficionados, que prefirieron asistir a otros eventos donde actuaban artistas que, ironías de la vida, ya habían visto en anteriores ediciones de BluesCazorla.

Vaya para ellos, devotos al blues de estrellas rutilantes, mi crónica de lo acontecido.



CRÓNICA DE UN ÉXITO SIN ANUNCIAR
Tras tomar posesión de nuestro piso y refrescarnos un poco, como dicen en las pelis finas, nos dispusimos estratégicamente en la Plaza de Santa María, entre el escenario y los bocatas del bar Picasso. A eso de las 13:00 horas, con inusual puntualidad, empezó el primer show. Cinco minutos más tarde, casi le doy la razón a los ausentes. Y es que, por BluesCazorla han pasado rock, rockabilly, soul, jazz, gospel, bluegrass y todo tipo de familiares del blues, más o menos legítimos. Pero la tal Cathy Claret es una francesa afincada en Barcelona que dice fusionar el flamenco con eso que ahora llaman indie. Aunque eso fuera verdad, que no lo es, ni el mayor de los esfuerzos sería suficiente para saber qué demonios tiene que ver eso con el blues.
-Qué buen momento -masculló sabiamente Jesús- para comer algo antes de que empiece el blues.

El programa anunciaba, para las 14:30, la actuación de Charlie Musselwhite en formato solista, pero, llegando la hora, en el escenario Gambrinus comenzó a sonar la prueba de sonido de una voz que me resultaba de lo más familiar. Me asomé al tablado y... "¡Coño, si es la Vicky!".
Virginia Labuat, a quien todos esperábamos para el último día del escenario grande, se prfesentaba por sorpresa, acompañada por Iñaki, su fiel teclista y productor.
Vicky era, a priori, una de las dudas que hicieron retroceder a los ausentes: que si no hace blues, que si es una triunfita... Nadie parecía querer recordar todas las veladas de blues que nos regaló en la extinta Casagrande. Pero la niña sorprendió con su repertorio, corto presagio de lo que tenía que venir, a base de blues, dixieland y algún que otro estandar del jazz, que hicieron que propios y extraños abandonaran la sombra de los árboles para pegarse al escenario. Gran éxito y merecidos aplausos.



Y llegó Charlie.
El viejo 'mejillón blanco' se presentó solo con una guitarra y su voz. La voz siempre fue lo único de Musselwhite que nunca me convenció, pero se ve que el tiempo ha teñido las cuerdas vocales de un tipo que hizo que termináramos con las nuestras rotas de tanto gritar: "¡qué grande el Musselwhite! ¡Y eso con la guitarra, ya verás con la armónica!"


Disfrutamos con Greg Izor & Box Kikers y su blues correcto, no como para descorchar champán, pero correcto. Greg Izor, recientemente admitido en las finas de la banda de Anson Funderburgh, es muy buen armonicista, capaz de brillar por sí mismo, pero más capaz aún con una banda apropiada a su alrededor. No es que los españoles King Bee sean mala banda, pero no creo que sea la apropiada. Como he dicho, correctos.


Una buena ducha, un corto descanso y a seguir, que nos espera el escenario Paraiso Interior. Sigo diciendo que este escenario sería más paraiso si vendieran el innecesario equipo de luces y compraran un buen toldo, aún cuando este año no se han portado mal las temperaturas.
Abriendo el auditorio, los Chiken Congress. Parece fue ayer cuando alucinábamos viendo a un chaval de nombre Tony Mill, en la inolvidable Terrera, compartiendo tablas con Otis Grand y Kirk Fletcher entre otros. Ya entonces, un jovencísimo Tony dejaba muestras de un feeling impropio de alguien de su edad. Ahora está embarcado en un proyecto repleto de sonidos británicos setenteros que cuando llegan al directo alcanzan niveles de macarreo decibélico. No obstante, muy buenos estos chicos del Congreso de Pollos.


Era el turno de la única representación sevillana en BluesCazorla. ¡Pero qué representación!
Paco Martínez al bajo, Manolo Vergne en la batería y, comandando el trío de lujo, el gran Lolo Ortega. Virtuosismo y sentimiento a partes iguales, Lolo demostró que se mueve igual de bien a ochocientas notas por minuto que con larguísimos y apasionados vendings. Su guitarra pudo haber provocado más de un incendio y su voz... Bueno, cantar nunca fue su fuerte, pero tiene un estilo, tanto cantando como escribiendo, que dice a gritos de donde viene. Magistral como siempre, pero como nunca porque, quienes dijeron aquello de que a Lolo podemos verlo en cualquier momento en Sevilla, no se imaginan cómo se creció en Cazorla.
Me habría quedado a ver a David Gwynn Band, pero no se puede abarcar todo. Además, con Lolo Ortega y Tony Mill, mis receptores sensoriales quedaron repletos y sin espacio. Mi piel pedía una segunda ducha, mis pies un rato de relax y la agenda apretaba como si le debiera dinero.

En el Teatro de la Merced, Charlie Musselwhite contaba, entre otras cosas, los problemas que tuvo con los negros por querer hacwer su música, y con los blancos por juntarse con los negros; hasta que un tal Muddy Waters le invitó a tocar con él. Siempre vino bien un buen padrino.


La primera noche se presentaba imprevisible. Yo había escuchado cosas de Candie Kane en Internet. Cosas muy buenas, pero en directo siempre es diferente. En directo fue mucho mejor. A priori, la avalaban tres premios de la Fundación Nacional de Blues, pero no me fío de los premios. nada más salir, sus credenciales fueron más que confirmadas con un show digno de las mejores. Honestidad, pasión, feeling a raudales por cada poro de su piel, y una voz... ¡Qué voz! Y una banda... ¡Qué banda! Sobre todo destacó esa mujer que escondía, tras su aspecto de vecina del barrio, a una de las mejores guitarristas que he visto en directo. No hay muchas buenas guitarristas, y las que hay, por lo general, no terminan de romper... ya sabéis... de arañar la patata, pero esta mujer hizo que mi vello pareciera querer escapar de mi cuerpo. Esto me ha quedado de lo más cursi.


Bobby Rush no se ditinguió, precisamente, por su blues, que fue lo que menos hizo, pero este tipo no engaña a nadie. Todos sabíamos que de él podíamos esperar un show lleno de exhibicionismo, insinuaciones sexuales con sus bailarinas, brincos sobre las tablas y evoluciones acrobático-danzantes. Todo ello acompañado por una banda que no pasa de lo correcto, a excepción del guitarrista, que ni siquiera pasaba del número circense. A pesar de ello, fue un momento divertido. Lo pasamos bien.
Unos gustan por lo que hacen y otros por cómo lo hacen. Sabiendo lo que esperar de cada cual, nadie tiene por qué defraudar.


Lil' Ed es un tipo que ha creado su propio estilo sin que deje de sonar al Chicago de los mejores tiempos. Su guitarra suena a garito del South Side, afilada, aflijida y contundente. Con el sabor amargo del mal whiskey y a la mugre de aquellos antros, como debe ser. Su voz no deja lugar a la duda sobre su procedencia, y su puesta en escena resulta motivadora, algo teatral pero sin excesos. La banda que le apoya, The Blues Imperials, está compuesta por excelentes músicos que, no obstante, no pasan de ser meros palmeros para el extravagante bluesman del gorrito turco, con cuyo sastre me encantaría cruzar unas palabras.


Después de Li' Ed llegó el turno de Nalle & His Crazy Ivans. Una banda con buena inspiración y ejecución correcta, pero con un repertorio casi de karaoke. La cama tiraba de mi cuerpo con mucha más insistencia que el rock'n'roll súper ensayado de estos señores que llevan desde finales de los cincuenta haciendo clásicos de otros.


Nota social: Entre la plaza de toros y el piso, qué bien sienta un buen kebab trasnochado en Santa María, para rebajar la ingesta de tinto de verano de ese que viene ya preparado en botellas de litro y medio, y que en el escenario Cruzcampo te cobran a casi tres euros. Ya se ha dicho en años anteriores: alguien debería controlar cómo se vende/tima en las barras de esos tendidos. Una cosa es que los precios sean altos, y otra muy distinta es que te cobren una chancla vieja a preecio de mocasín.


El último día de festival se presentaba prometedor. En el escenario Gambrinus, Plaza de Santa María, que para mí siempre será escenario Caledonia, tal como fue bautizado; un dúo del que tenía muy pocas referencias. Casi mejor así, sin saber muy bien lo que nos espera. Las sorpresas -buenas o malas- y la curiosidad que nos conduce a ellas, son lo que nos sacó de las cavernas.
Smilling Jack & David Gwynn resultaron ser un magnífico dúo acústico del que nunca habría disfrutado si solo me hubiera guiado por el hecho de no ser súper conocidos. Dos guitarras acústicas y la voz de Smilling, nos invitaron a un agradable y évocador viaje por el blues del Delta del Mississippi, Memphis, el primer Chicago y hasta parte de Textas. Temas propios y un par de clásicos, como tiene que ser, ejecutados con un estilo genuino y sin concesiones. Solo blues.


De Edu Big Hands hay poco que decir que ya no se sepa. De Antonio Serrano, tres cuartos de lo mismo. La duda estaba en cómo sonarían juntos, una guitarra pantanosa y algodonera y un armonicista más conocido por el jazz de su cromática. No son pocos quienes dicen -él mismo lo dice- que Antonio Serrano no es un músico de blues. ¿No lo es? Pues no veas. Si lo llega a ser...
La conjunción fue perfecta. Serrano agarró la diatónica y lió la de Dios es Cristo, con una mesura no falta de virtuosismo, dignas los mejores maestros del blues soplado. La guitarra de Edo chillaba blues, como sus cuerdas vocales, con la maestría a la que nos tiene acostumbrados, pero transmitiendo además la alegría de quien se siente tan genialmente acompañado.


Y llegó el turno del inefable Predicador Ramírez. Blues en castellano bien escrito, bien interpretado, con fundamento y conocimiento de causa. Blues en castellano para reivindicar el hecho indiscutible de que, si el blues es sentimiento, nada como el idioma propio para exprersar según qué sensaciones. Blues en castellano para que tanto integrista se entere de que es tan deseable como lícito hacer blues en el idioma más rico de Occidente. Blues en castellano acompañado por las teclas de un david Giorcelli en auténtico estado de gracia. Blues grande... y en castellano.
Predicador repartió sus vendiciones, predicó con el ejemplo e hizo un apostolado que tuvo
continuación y cumbre en el Teatro de la Merced, donde encabezó una conferencia que se convirtió en charla-coloquio. El tema, como no, el blues en castellano, adelantando los acontecimientos que llegarán en 2012, su año internacional.


Así es y así será, amigos, para males de quienes se mal denominan puristas porque no saben ver más allá de convencionalismos lingüistas: 2012 será, con permiso del calendario Maya, Año Internacional del Blues en Castellano. Predicador Ramírez, presentado por Paco Sanjuán, leyó unas líneas a este respecto, tituladas, con su habitual dominio del lenguaje, "El blues en castellano como forma de entender el purismo". Argumentos inapelables, formas inmejorables y contenido esperanzador para quienes creíamos estar gritando en el desierto... ¡pero en castellano!


Tanto Jesús como yo sentíamos la acuciante necesidad de descansar de tanta caminata. Necesidad que nos llevó de nuevo al piso por la ruta habitual:
"Mira, una tienda abierta donde comprar pilas para la cámara. Mira, un puesto de helados. Mira, un cartel informativo del festival. ¿Qué pone?".
Resulta que, como supimos después, la buena de Sharrie Williams, que tenía que actual la última, no había tenido en cuenta que su avión salía de Madrid a las siete de la mañana. Se tuvo que cambiar el orden. La Williams actuaría abriendo el escenario, y lo cerraría Virginia Labuat.


Sharrie posee una de esas voces que te cala hasta la médula, y un estilo digno de la mejor tradición soul y gospel, pero cuando se marcó algún blues nos dejó a todos boquiabiertos de admiración. La Willims, sabiéndose cantante de media fila, llegó a emocionarse, y hasta soltó unas lágrimas, con el primer aplauso recibido.
"Disculpadme", dijo, "pero es que nunca me habían aplaudido tanto".
O era sincera o Hollywood se está perdiendo una gran actriz.


The Holmes Brothers tiraron de galones. Se notan los años de dedicación, los miles de kilómetros de carretera y la dilatada experiencia de este trío familiar. Batería, guitarra y bajo, y el teclado que el guitarrista toca en un par de temas. Los tres cantan, unas veces como vocalistas y otras haciendo gala de un gran dominio de laarmonía a tres voces. Una actuación emotiva, cargada de calidez y momentos bocílicos, y con indudable calidad vocal e instrumental.


Y volvió a llegar Charlie.
Musselwhite no ha perdido ni un ápice de fuerza, frescura y calidad, a pesar de los años. Hemos visto a otras leyendas vivas que, merced a un instrumento tan sacrificado fisicamente como la armónica, están ya bastante cascados. Solemos ir a sus conciertos por aquello de ver a una leyenda viva antes de que deje de estarlo. No es el caso de Musselwhite.
Nos ofreció uno de los mejores espectáculos de blues -y digo de blues- que he visto en mucho tiempo. Lleno de una vitalidad que para sí quisieran muchos jóvenes bluesmen.
Charlie estuvo magistral, generoso, caballero de las tablas, sabio, conmovedor... Grande.
Magistral porque no hay armonicista en el mundo al que no le gustaría recibir un par de sus lecciones.
Generoso porque no escatimó ni un solo soplido, ni una nota, ni una frase, en pos del disfrute generalizado. Sin tacañerías. Sin usuras ni rebajas. Sin trampa ni cartón.
Caballero de las tablas porque sabe cuando dejar paso a su guitarrista, retrocediendo incluso unos pasos para dejarle protagonismo, y sabiendo muy bien cuando tiene que dejar de soplar. Eso sí que deberían aprenderlo muchos de los armonicistas que conozco.
Sabio porque Musselwhite no es solo un bluesman. Es un estudioso de la armónica de blues. Escudriña y estudia cada rincón del abanico de posibilidades que ofrece su instrumento y lleva sus conclusiones al escenario -una vez más, Charlie generoso- para compartirlo con su público.
Conmovedor porque es capaz de unir todo lo anteriormente refererido, mezclarlo y elevarlo a un nivel en el que solo se puede sentir. Con los ojos cerrados, abrí el resto de mis sentidos para escuchar el 'Cristo Redentor' con el que firmó el colofón perfecto para su show/clase magistral.
En definitiva, grande Musselwhite. Solo él ya era motivo suficiente para ir a Cazorla. Aunque el resto hubiera sido reggaeton, habría valido la pena.


Cuando Virginia Maestro -mi amiga Vicky- apareció en el escenario, algo en ella me parecía diferente. Ya no era la chiquilla que se dejaba caer por el tablaillo de Casagrande, ni la que se jugó el tipo de OT (Operación Tufo). Vicky había crecido. Se hizo grande en las tablas y así se mostró, incluso en el enorme escenario Cruzcampo, en la plaza de toros de Cazorla.
Supo elegir las canciones de su nuevo disco que más se acercan a la temática del festival. Swing, soul, dixieland... se apoderaron de un público que, en muchos casos, creían que tendrían que soportar un aburrido repertorio popero. Pero además, Vicky se atrevió con clásicos muy clásicos del blues, elevó a ritmo de boogie un medio tiempo de siempre como 'From four until late'; le echó lo que hay que echarle a 'Love me like a man', le puso encanto 'Mr. Sandman'... Y por si todo eso era poco, convirtió 'Girl' de los Beatles en todo un auténtico jazz-estandar.
La arropaban cuatro buenos músicos entre los que descato a Iñaki, capaz de que unas sevillanas suenen a blues si es él quien toca el piano.
Virginia Labuat, nuestra Vicky, derrochó buen hacer, tablas y mucho blues... incluso cuando no era blues lo que cantaba. Lástima que no pudieron verla, porque no fueron, los dueños de las bocas que habría cerrado.


Y esto fue todo en lo que al cartel se refiere.
BluesCazorla 2011, decimoséptima edición del mejor festival del reino, ha terminado con un valance más que positivo en todos los aspecto excepto en los que no tienen importancia.
Calidad por encima de la media, el ambiente de siempre, tonterías las necesarias y un pueblo, Cazorla, que sigue ofreciendo el mejor entorno.
Cierto es que no todos los artistas ofrecieron lo que algunos llaman auténtico blues, pero, seamos sinceros y dejémonos de subterfigios: ¿Es blues lo que algunos hacen cuando se pierden en complicadas escalas de jazz? ¿Es blues cuando entre nota y nota de un solo no cabe ni el bigote de una gamba? ¿Hay más blues en 'Foxy Lady' que en 'Oh, happy day'?
Lo malo de hablar es que nos obliga a ser coherentes con lo que decimos, y ha mantener cierto nexo de unión entre nuestras palabras y nuestras acciones.


En el fondo, no sé de qué me quejo. Debería esforzarme en recordar que, incluso moviéndome en círculos blueseros, sigo estando en la muy leal, invicta, mariana e inmovilista ciudad de Sevilla.
Por favor, tengamos siempre en cuenta que se puede ser selecto en cuanto a gustos, sin caer en el elitismo de los esnobs que puede hacer que nuestra tierra deje de albergar el mejor festival de blues del reino.


Mención especial para la organización, cada vez más docta, y para nuestra veladora especial, la encargada de prensa, Lola, con sus habituales encanto y prestancia.


El camino de vuelta lo pasé mitad dormido mitad cabilando. No merece la pena escribir sobre ello.
Las fotos están ya en www.facebook.com/terminal.blues


Lucky Tovar (registrado)