miércoles, 4 de agosto de 2010

CUANDO MENOS LO ESPERABA... CISMÁN Rock & Blues

- Para ver mejor las fotos, pinccha sobre ellas -


Esto del blues puede llegar a ser de lo más raro… por suerte. En unos círculos de aficionados que, muy a menudo, nos sentimos como esquimales en la Calle Sierpes, solo las rarezas nos dan ese sorbito de oxígeno del que alimentar nuestras ansias de música y arrinconar el aburrimiento. Lo normal puede ser tan aburrido…

Decían que con La Taberna de Pilatos se cerró el último gran antro bluesero de Sevilla. Años después, apareció Casagrande, y muchos vieron este local como el heredero de La Taberna. Casagrande cerró, y los meses han ido pasando sin que nadie recogiera el testigo.
–Esto ha sido otro de esos revivals pasajeros –decían algunos. Sevilla se quedó sin garitos de blues, y los pocos en los que aún se programaba, eran de esos que, mientras esperas que empiecen el concierto, te hacen escuchar al Bisbal y compañía, con todos mis respetos hacia quienes gusten de la musiquilla manufacturada en serie.

Todo apuntaba a un nuevo olvido cuando, de repente, como quien no quiere la cosa, en una de esas tardes de desidia doméstica, suena mi teléfono:
­–Quillo Lucky, que el Lolo toca esta noche en Los Palacios
La llamada era de mi amigo Alex, gran entusiasta del blues, guitarrista, y miembro de la adormecida Casa del Blues de Sevilla.
–¿En Los Palacios?
Pregunté incrédulo
–Sí, tío, en un local nuevo que está programando blues ¿Te apetece que vayamos?
Antes siquiera de que terminara de preguntar, sonó mi respuesta
–Por supuesto.

Y llegamos a Los Palacios. Nuestro destino era el Polígono Sta. Lucía, lejos del núcleo residencial, lo que garantizaba, como mínimo, que Lolo Ortega podría tocar en su salsa. Llegamos pronto al local, una nave transformada en bar, casi una pequeña sala de conciertos, de nombre Cismán. Las paredes, decoradas con fotos de B. B. King, Jimmy Hendrix, Etha James… instrumentos musicales, discos de vinilo… auguraban algo grande. Luego supe que, semanas antes, habían actuado allí Pepe Delgado y La Reunión de Blues, o los S-30. Blues y rock’n’roll, tal como anunciaba el luminoso de la puerta.

Las sorpresas no terminaron ahí. Dando la una de la madrugada en el reloj, de golpe, como si acabara de terminar un partido de fútbol, el local empezó a llenarse. Niños, adolescentes, jóvenes adultos, cuarentones y hasta sexagenarios. Varias generaciones juntas, y todos dispuestos a disfrutar de un concierto que uno nunca hubiera imaginado para todos los públicos.


–Más de uno se espantará a las primeras notas de las guitarras voladoras de Lolo
Pensé… y me equivoqué.
Nunca me había equivocado tan felizmente.

Lolo empezó a repartir caña, la gente empezó a pegar botes y vitorear a los músicos, las copas (por cierto, más que bien de precio) empezaron a correr, y el respetable se ganó, más que nunca, el apelativo de respetable.
El personal del Cismán hacía lo que tenía que hacer: nada de camisetas prietas señalando abdominales, ni minifaldas diminutas para atraer clientela. Cismán Rock & Blues no necesita nada de eso, porque tiene mucho más que ofrecer: buena música, en vivo o enlatada, pero buena, y un buen rollo del que la clientela es propiciadora y partícipe.


¿Qué decir de Lolo Ortega, Manolo Vergne y Paco Martínez? Poco que ya no se sepa. Transmitieron feeling al público, este se lo devolvió, y se creó una especie de conexión simbiótica, que este humilde cronista no recuerda desde los mejores tiempos de Casagrande.



¿Estamos ante el heredero de Casagrande? Una gran diferencia entre ambos garitos me hace pensar que lucirá mejor para el Cismán: en solo cuatro meses, este garito de Los Palacios se llena con gente de Los Palacios. Gente que ve, que experimenta por sí misma en vez de encerrarse en prejuicios. Gente que sale a la calle, visita sus bares, y alegra la vida de su pueblo.

Lo más curioso es ver como, cada vez que un sitio así aparece, lo hace un poco más lejos de la capital. Y es que nuestra Sevilla no hace más que hundirse en el conformista escaparate del costumbrismo, sin atreverse a mirar más allá de sus propias narices culturales.

Ojala, esta vez sí, nos demos cuenta de que, cuando un sitio nos gusta, hay que cuidarlo, y para ello, nada mejor que corresponder la entrega de la gente del Cismán, con nuestra asistencia.

Larga vida a los locos que se empeñan en despertarnos de la monotonía.
Larga vida al Cismán Rock & Blues.



© Lucky Tovar
Foto: Lucky Tovar