sábado, 17 de septiembre de 2011

OTRO GRANDE QUE NOS DEJA

Viernes 19-09-2011
FALLECIÓ WILLIE 'BIG EYES' SMITH
No hace mucho que repasábamos su carrera en nuestra versión radiofónica, con motivo del análisis que hicimos de su último disco, "Joined At The Hip" que grabó junto a Pinetop Perkins y con el que consiguieron un Grammy en 2010.

El hombre que con solo 17 años y un atillo se fue a Chicago, donde terminó encandilando a algunos de los grandes de aquella época, tocó con gente como Bo Diddley, Arthur Spires "Big Boy" y Johnny Shines... Llegó a la banda de Muddy Waters tocando la batería, aunque su instrumento siempre fue la armónica. Sobrevivió a las penurias por las que todos los bluesmen tuvieron que pasar en los 60. Lavó platos en restaurantes, condució un taxi... Pero el veneno de tocar blues tenía que resurgir en él, y lo hizo en 1968, viendo tocar a una banda en un bar. Habló con Muddy que le incluyó en su banda, y con ellos tocó hasta 1980, apareciendo en todas sus grabaciones. Después de la Moody Waters Band, creó su propia banda con su gran amigo Pinetop Perkins, Myers Louis, Calvin Jones y Jerry Portnoy, recuperando la mejor tradición Delta. Fue aclamado por la crítica en sus trabajos con Buddy Guy, Howlin 'Wolf y Junior Wells. Realizó giras con Bob Dylan, Rolling Stones y Eric Clapton, y hasta apareció en la película "The Blues Brothers", secundando, con otros músicos, a John Lee Hoocker en su secuencia callejera.
Destaca su capacidad para mezclar a la perfección Delta Blues y sonidos del blues de Chicago que él ayudó a crear. Gran baterista, sensacional armonicista y una voz llena de dinamismo.

Nos dejó anoche (en la mañana de Chicago), víctima de una afección cerebrobascular, nos dejó, a todos los aficionados al blues, un poco más solos.

martes, 26 de julio de 2011

BLUESCAZORLA 2011

Otra vez en ruta a Cazorla... y van diecisiete

Las seis de la mañana es una hora que solo suena bluesera cuando aún no te has acostado, no cuando te acabas de levantar. Pero esa es la hora a la que acordamos, mi colega Jesús y yo, salir hacia Cazorla. Jesús lleva cuatro años queriendo saber lo que es el festival, pero, cuando no es por una cosa es por otra...
Marcamos la ruta, tomamos un café -que aún no estaban los estómagos para recibir nada sólido- y nos pusimos en marcha.

Hasta Bailén todo fue autopista y música en el CD. Yo había p`reparado una lista del mejor blues de carretera, pero no me quedó tan bien como a Jack Nicholson en 'Mejor imposible'. No obstante, acompañó bastante bien el camino hasta aquel bar de carretera que también parecía salido de una película: uno de esos dramas sobre el declive de un garito desde que construyeron la autopista. Pero cuando nos cobraron doce euros por un desayuno que en Sevilla habría costado la mitad, llegué a pensar que tal vez por eso tuvieron que deshabilitar el enorme salón que antaño fue comedor y donde ahora solo comían las arañas.
El desayuno mediomañanero empezó a hacer estragos en nuestro precario presupuesto, que, de hecho, nos obligó a conformarnos con dos de los tres días que dura el mejor festival de blues del reino.

¿El mejor del reino?
Muchos de los aficionados entre los que suelo moverme, han decidido que esta edición del BluesCazorla no cumplía dicha premisa. En el cartel no había seis o siete primeros nombres, y casi todo el elenco estaba conformado por músicos poco conocidos, de esos que te lo tienes que currar un poco y buscar en Internet para saber cómo suenan. De golpe y porrazo, la sencillez y humildad propias del blues, desaparecieron para estos buenos aficionados, que prefirieron asistir a otros eventos donde actuaban artistas que, ironías de la vida, ya habían visto en anteriores ediciones de BluesCazorla.

Vaya para ellos, devotos al blues de estrellas rutilantes, mi crónica de lo acontecido.



CRÓNICA DE UN ÉXITO SIN ANUNCIAR
Tras tomar posesión de nuestro piso y refrescarnos un poco, como dicen en las pelis finas, nos dispusimos estratégicamente en la Plaza de Santa María, entre el escenario y los bocatas del bar Picasso. A eso de las 13:00 horas, con inusual puntualidad, empezó el primer show. Cinco minutos más tarde, casi le doy la razón a los ausentes. Y es que, por BluesCazorla han pasado rock, rockabilly, soul, jazz, gospel, bluegrass y todo tipo de familiares del blues, más o menos legítimos. Pero la tal Cathy Claret es una francesa afincada en Barcelona que dice fusionar el flamenco con eso que ahora llaman indie. Aunque eso fuera verdad, que no lo es, ni el mayor de los esfuerzos sería suficiente para saber qué demonios tiene que ver eso con el blues.
-Qué buen momento -masculló sabiamente Jesús- para comer algo antes de que empiece el blues.

El programa anunciaba, para las 14:30, la actuación de Charlie Musselwhite en formato solista, pero, llegando la hora, en el escenario Gambrinus comenzó a sonar la prueba de sonido de una voz que me resultaba de lo más familiar. Me asomé al tablado y... "¡Coño, si es la Vicky!".
Virginia Labuat, a quien todos esperábamos para el último día del escenario grande, se prfesentaba por sorpresa, acompañada por Iñaki, su fiel teclista y productor.
Vicky era, a priori, una de las dudas que hicieron retroceder a los ausentes: que si no hace blues, que si es una triunfita... Nadie parecía querer recordar todas las veladas de blues que nos regaló en la extinta Casagrande. Pero la niña sorprendió con su repertorio, corto presagio de lo que tenía que venir, a base de blues, dixieland y algún que otro estandar del jazz, que hicieron que propios y extraños abandonaran la sombra de los árboles para pegarse al escenario. Gran éxito y merecidos aplausos.



Y llegó Charlie.
El viejo 'mejillón blanco' se presentó solo con una guitarra y su voz. La voz siempre fue lo único de Musselwhite que nunca me convenció, pero se ve que el tiempo ha teñido las cuerdas vocales de un tipo que hizo que termináramos con las nuestras rotas de tanto gritar: "¡qué grande el Musselwhite! ¡Y eso con la guitarra, ya verás con la armónica!"


Disfrutamos con Greg Izor & Box Kikers y su blues correcto, no como para descorchar champán, pero correcto. Greg Izor, recientemente admitido en las finas de la banda de Anson Funderburgh, es muy buen armonicista, capaz de brillar por sí mismo, pero más capaz aún con una banda apropiada a su alrededor. No es que los españoles King Bee sean mala banda, pero no creo que sea la apropiada. Como he dicho, correctos.


Una buena ducha, un corto descanso y a seguir, que nos espera el escenario Paraiso Interior. Sigo diciendo que este escenario sería más paraiso si vendieran el innecesario equipo de luces y compraran un buen toldo, aún cuando este año no se han portado mal las temperaturas.
Abriendo el auditorio, los Chiken Congress. Parece fue ayer cuando alucinábamos viendo a un chaval de nombre Tony Mill, en la inolvidable Terrera, compartiendo tablas con Otis Grand y Kirk Fletcher entre otros. Ya entonces, un jovencísimo Tony dejaba muestras de un feeling impropio de alguien de su edad. Ahora está embarcado en un proyecto repleto de sonidos británicos setenteros que cuando llegan al directo alcanzan niveles de macarreo decibélico. No obstante, muy buenos estos chicos del Congreso de Pollos.


Era el turno de la única representación sevillana en BluesCazorla. ¡Pero qué representación!
Paco Martínez al bajo, Manolo Vergne en la batería y, comandando el trío de lujo, el gran Lolo Ortega. Virtuosismo y sentimiento a partes iguales, Lolo demostró que se mueve igual de bien a ochocientas notas por minuto que con larguísimos y apasionados vendings. Su guitarra pudo haber provocado más de un incendio y su voz... Bueno, cantar nunca fue su fuerte, pero tiene un estilo, tanto cantando como escribiendo, que dice a gritos de donde viene. Magistral como siempre, pero como nunca porque, quienes dijeron aquello de que a Lolo podemos verlo en cualquier momento en Sevilla, no se imaginan cómo se creció en Cazorla.
Me habría quedado a ver a David Gwynn Band, pero no se puede abarcar todo. Además, con Lolo Ortega y Tony Mill, mis receptores sensoriales quedaron repletos y sin espacio. Mi piel pedía una segunda ducha, mis pies un rato de relax y la agenda apretaba como si le debiera dinero.

En el Teatro de la Merced, Charlie Musselwhite contaba, entre otras cosas, los problemas que tuvo con los negros por querer hacwer su música, y con los blancos por juntarse con los negros; hasta que un tal Muddy Waters le invitó a tocar con él. Siempre vino bien un buen padrino.


La primera noche se presentaba imprevisible. Yo había escuchado cosas de Candie Kane en Internet. Cosas muy buenas, pero en directo siempre es diferente. En directo fue mucho mejor. A priori, la avalaban tres premios de la Fundación Nacional de Blues, pero no me fío de los premios. nada más salir, sus credenciales fueron más que confirmadas con un show digno de las mejores. Honestidad, pasión, feeling a raudales por cada poro de su piel, y una voz... ¡Qué voz! Y una banda... ¡Qué banda! Sobre todo destacó esa mujer que escondía, tras su aspecto de vecina del barrio, a una de las mejores guitarristas que he visto en directo. No hay muchas buenas guitarristas, y las que hay, por lo general, no terminan de romper... ya sabéis... de arañar la patata, pero esta mujer hizo que mi vello pareciera querer escapar de mi cuerpo. Esto me ha quedado de lo más cursi.


Bobby Rush no se ditinguió, precisamente, por su blues, que fue lo que menos hizo, pero este tipo no engaña a nadie. Todos sabíamos que de él podíamos esperar un show lleno de exhibicionismo, insinuaciones sexuales con sus bailarinas, brincos sobre las tablas y evoluciones acrobático-danzantes. Todo ello acompañado por una banda que no pasa de lo correcto, a excepción del guitarrista, que ni siquiera pasaba del número circense. A pesar de ello, fue un momento divertido. Lo pasamos bien.
Unos gustan por lo que hacen y otros por cómo lo hacen. Sabiendo lo que esperar de cada cual, nadie tiene por qué defraudar.


Lil' Ed es un tipo que ha creado su propio estilo sin que deje de sonar al Chicago de los mejores tiempos. Su guitarra suena a garito del South Side, afilada, aflijida y contundente. Con el sabor amargo del mal whiskey y a la mugre de aquellos antros, como debe ser. Su voz no deja lugar a la duda sobre su procedencia, y su puesta en escena resulta motivadora, algo teatral pero sin excesos. La banda que le apoya, The Blues Imperials, está compuesta por excelentes músicos que, no obstante, no pasan de ser meros palmeros para el extravagante bluesman del gorrito turco, con cuyo sastre me encantaría cruzar unas palabras.


Después de Li' Ed llegó el turno de Nalle & His Crazy Ivans. Una banda con buena inspiración y ejecución correcta, pero con un repertorio casi de karaoke. La cama tiraba de mi cuerpo con mucha más insistencia que el rock'n'roll súper ensayado de estos señores que llevan desde finales de los cincuenta haciendo clásicos de otros.


Nota social: Entre la plaza de toros y el piso, qué bien sienta un buen kebab trasnochado en Santa María, para rebajar la ingesta de tinto de verano de ese que viene ya preparado en botellas de litro y medio, y que en el escenario Cruzcampo te cobran a casi tres euros. Ya se ha dicho en años anteriores: alguien debería controlar cómo se vende/tima en las barras de esos tendidos. Una cosa es que los precios sean altos, y otra muy distinta es que te cobren una chancla vieja a preecio de mocasín.


El último día de festival se presentaba prometedor. En el escenario Gambrinus, Plaza de Santa María, que para mí siempre será escenario Caledonia, tal como fue bautizado; un dúo del que tenía muy pocas referencias. Casi mejor así, sin saber muy bien lo que nos espera. Las sorpresas -buenas o malas- y la curiosidad que nos conduce a ellas, son lo que nos sacó de las cavernas.
Smilling Jack & David Gwynn resultaron ser un magnífico dúo acústico del que nunca habría disfrutado si solo me hubiera guiado por el hecho de no ser súper conocidos. Dos guitarras acústicas y la voz de Smilling, nos invitaron a un agradable y évocador viaje por el blues del Delta del Mississippi, Memphis, el primer Chicago y hasta parte de Textas. Temas propios y un par de clásicos, como tiene que ser, ejecutados con un estilo genuino y sin concesiones. Solo blues.


De Edu Big Hands hay poco que decir que ya no se sepa. De Antonio Serrano, tres cuartos de lo mismo. La duda estaba en cómo sonarían juntos, una guitarra pantanosa y algodonera y un armonicista más conocido por el jazz de su cromática. No son pocos quienes dicen -él mismo lo dice- que Antonio Serrano no es un músico de blues. ¿No lo es? Pues no veas. Si lo llega a ser...
La conjunción fue perfecta. Serrano agarró la diatónica y lió la de Dios es Cristo, con una mesura no falta de virtuosismo, dignas los mejores maestros del blues soplado. La guitarra de Edo chillaba blues, como sus cuerdas vocales, con la maestría a la que nos tiene acostumbrados, pero transmitiendo además la alegría de quien se siente tan genialmente acompañado.


Y llegó el turno del inefable Predicador Ramírez. Blues en castellano bien escrito, bien interpretado, con fundamento y conocimiento de causa. Blues en castellano para reivindicar el hecho indiscutible de que, si el blues es sentimiento, nada como el idioma propio para exprersar según qué sensaciones. Blues en castellano para que tanto integrista se entere de que es tan deseable como lícito hacer blues en el idioma más rico de Occidente. Blues en castellano acompañado por las teclas de un david Giorcelli en auténtico estado de gracia. Blues grande... y en castellano.
Predicador repartió sus vendiciones, predicó con el ejemplo e hizo un apostolado que tuvo
continuación y cumbre en el Teatro de la Merced, donde encabezó una conferencia que se convirtió en charla-coloquio. El tema, como no, el blues en castellano, adelantando los acontecimientos que llegarán en 2012, su año internacional.


Así es y así será, amigos, para males de quienes se mal denominan puristas porque no saben ver más allá de convencionalismos lingüistas: 2012 será, con permiso del calendario Maya, Año Internacional del Blues en Castellano. Predicador Ramírez, presentado por Paco Sanjuán, leyó unas líneas a este respecto, tituladas, con su habitual dominio del lenguaje, "El blues en castellano como forma de entender el purismo". Argumentos inapelables, formas inmejorables y contenido esperanzador para quienes creíamos estar gritando en el desierto... ¡pero en castellano!


Tanto Jesús como yo sentíamos la acuciante necesidad de descansar de tanta caminata. Necesidad que nos llevó de nuevo al piso por la ruta habitual:
"Mira, una tienda abierta donde comprar pilas para la cámara. Mira, un puesto de helados. Mira, un cartel informativo del festival. ¿Qué pone?".
Resulta que, como supimos después, la buena de Sharrie Williams, que tenía que actual la última, no había tenido en cuenta que su avión salía de Madrid a las siete de la mañana. Se tuvo que cambiar el orden. La Williams actuaría abriendo el escenario, y lo cerraría Virginia Labuat.


Sharrie posee una de esas voces que te cala hasta la médula, y un estilo digno de la mejor tradición soul y gospel, pero cuando se marcó algún blues nos dejó a todos boquiabiertos de admiración. La Willims, sabiéndose cantante de media fila, llegó a emocionarse, y hasta soltó unas lágrimas, con el primer aplauso recibido.
"Disculpadme", dijo, "pero es que nunca me habían aplaudido tanto".
O era sincera o Hollywood se está perdiendo una gran actriz.


The Holmes Brothers tiraron de galones. Se notan los años de dedicación, los miles de kilómetros de carretera y la dilatada experiencia de este trío familiar. Batería, guitarra y bajo, y el teclado que el guitarrista toca en un par de temas. Los tres cantan, unas veces como vocalistas y otras haciendo gala de un gran dominio de laarmonía a tres voces. Una actuación emotiva, cargada de calidez y momentos bocílicos, y con indudable calidad vocal e instrumental.


Y volvió a llegar Charlie.
Musselwhite no ha perdido ni un ápice de fuerza, frescura y calidad, a pesar de los años. Hemos visto a otras leyendas vivas que, merced a un instrumento tan sacrificado fisicamente como la armónica, están ya bastante cascados. Solemos ir a sus conciertos por aquello de ver a una leyenda viva antes de que deje de estarlo. No es el caso de Musselwhite.
Nos ofreció uno de los mejores espectáculos de blues -y digo de blues- que he visto en mucho tiempo. Lleno de una vitalidad que para sí quisieran muchos jóvenes bluesmen.
Charlie estuvo magistral, generoso, caballero de las tablas, sabio, conmovedor... Grande.
Magistral porque no hay armonicista en el mundo al que no le gustaría recibir un par de sus lecciones.
Generoso porque no escatimó ni un solo soplido, ni una nota, ni una frase, en pos del disfrute generalizado. Sin tacañerías. Sin usuras ni rebajas. Sin trampa ni cartón.
Caballero de las tablas porque sabe cuando dejar paso a su guitarrista, retrocediendo incluso unos pasos para dejarle protagonismo, y sabiendo muy bien cuando tiene que dejar de soplar. Eso sí que deberían aprenderlo muchos de los armonicistas que conozco.
Sabio porque Musselwhite no es solo un bluesman. Es un estudioso de la armónica de blues. Escudriña y estudia cada rincón del abanico de posibilidades que ofrece su instrumento y lleva sus conclusiones al escenario -una vez más, Charlie generoso- para compartirlo con su público.
Conmovedor porque es capaz de unir todo lo anteriormente refererido, mezclarlo y elevarlo a un nivel en el que solo se puede sentir. Con los ojos cerrados, abrí el resto de mis sentidos para escuchar el 'Cristo Redentor' con el que firmó el colofón perfecto para su show/clase magistral.
En definitiva, grande Musselwhite. Solo él ya era motivo suficiente para ir a Cazorla. Aunque el resto hubiera sido reggaeton, habría valido la pena.


Cuando Virginia Maestro -mi amiga Vicky- apareció en el escenario, algo en ella me parecía diferente. Ya no era la chiquilla que se dejaba caer por el tablaillo de Casagrande, ni la que se jugó el tipo de OT (Operación Tufo). Vicky había crecido. Se hizo grande en las tablas y así se mostró, incluso en el enorme escenario Cruzcampo, en la plaza de toros de Cazorla.
Supo elegir las canciones de su nuevo disco que más se acercan a la temática del festival. Swing, soul, dixieland... se apoderaron de un público que, en muchos casos, creían que tendrían que soportar un aburrido repertorio popero. Pero además, Vicky se atrevió con clásicos muy clásicos del blues, elevó a ritmo de boogie un medio tiempo de siempre como 'From four until late'; le echó lo que hay que echarle a 'Love me like a man', le puso encanto 'Mr. Sandman'... Y por si todo eso era poco, convirtió 'Girl' de los Beatles en todo un auténtico jazz-estandar.
La arropaban cuatro buenos músicos entre los que descato a Iñaki, capaz de que unas sevillanas suenen a blues si es él quien toca el piano.
Virginia Labuat, nuestra Vicky, derrochó buen hacer, tablas y mucho blues... incluso cuando no era blues lo que cantaba. Lástima que no pudieron verla, porque no fueron, los dueños de las bocas que habría cerrado.


Y esto fue todo en lo que al cartel se refiere.
BluesCazorla 2011, decimoséptima edición del mejor festival del reino, ha terminado con un valance más que positivo en todos los aspecto excepto en los que no tienen importancia.
Calidad por encima de la media, el ambiente de siempre, tonterías las necesarias y un pueblo, Cazorla, que sigue ofreciendo el mejor entorno.
Cierto es que no todos los artistas ofrecieron lo que algunos llaman auténtico blues, pero, seamos sinceros y dejémonos de subterfigios: ¿Es blues lo que algunos hacen cuando se pierden en complicadas escalas de jazz? ¿Es blues cuando entre nota y nota de un solo no cabe ni el bigote de una gamba? ¿Hay más blues en 'Foxy Lady' que en 'Oh, happy day'?
Lo malo de hablar es que nos obliga a ser coherentes con lo que decimos, y ha mantener cierto nexo de unión entre nuestras palabras y nuestras acciones.


En el fondo, no sé de qué me quejo. Debería esforzarme en recordar que, incluso moviéndome en círculos blueseros, sigo estando en la muy leal, invicta, mariana e inmovilista ciudad de Sevilla.
Por favor, tengamos siempre en cuenta que se puede ser selecto en cuanto a gustos, sin caer en el elitismo de los esnobs que puede hacer que nuestra tierra deje de albergar el mejor festival de blues del reino.


Mención especial para la organización, cada vez más docta, y para nuestra veladora especial, la encargada de prensa, Lola, con sus habituales encanto y prestancia.


El camino de vuelta lo pasé mitad dormido mitad cabilando. No merece la pena escribir sobre ello.
Las fotos están ya en www.facebook.com/terminal.blues


Lucky Tovar (registrado)

miércoles, 2 de marzo de 2011

LITTLE BOY QUIQUE. Un tipo genuino.

En la era de la fanufactura, cuando los churros venden más que la autenticidad, que bueno es contar con alguien genuino que nos recuerde que lo natural es siempre mejor.

Así es Little Boy Quique. Un tipo natural, sincero y generoso, que entiende el blues de la única manera en que se debe entender si queremos seguir llamándolo blues: desde el alma. Quique canta desde las tripas. Quique toca la guitarra que no veas.

Quique sopla la armónica que da gusto. Hasta ahí, nada que no sepáis quienes le conocéis. Pero Quique es, además, de esos tipos que no tienen que esforzarse para hacer blues desde el corazón, porque Quique, más que hacer blues, lo tiene, y más aún que tenerlo, él mismo es blues.

En la era de las redes sociales, de los ciberamigos y los encuentros electrónicos, que bueno es poder ir un día por la calle, y darse de bruces con la autenticidad.


Little Boy Quique estará el sábado 12 de Marzo en la "Merienda Blusera" organizada por la Casa del Blues de Sevilla en Café del Cine (Polígono El Manchón, Tomares), a partir de las 19:30 horas.


- Imagen extraida de ahitehandao.blogspot.com -

jueves, 16 de diciembre de 2010

CASA DEL BLUES DE SEVILLA. A la tercera irá la vencida

El blues sureño sigue padeciendo un grabe problema de circulación. En vivo no termina de fluir, merced al colesterol de lugares en lo que poder asistir a buenas veladas, como las de nuestro pasado reciente, que tanto echamos de menos. El cierre de algunos locales especializados, y que ya habían recibido la etiqueta de “míticos”, parece haber hecho que el resto de salas no termine de confiar en este tipo de conciertos. Mientras tanto, por aquellas cosas que pasan en la Andalucía diferente, los pocos conciertos que se organizan no se llenan de aficionados. Por suerte, aunque siempre he dicho que al saber le llaman suerte, una vez más contamos con un grupo de urgencias dispuesto a arreglar las tuberías del corazón del blues.
El tratamiento, una vez más, se llama Casa del Blues de Sevilla, y su tercer intento de supervivencia. Preside esta nueva andadura Cristóbal Moreno, padre del jovencísimo guitarrista Kid Carlos; aquel que, con dieciséis añitos, ya deslumbró al mismísimo Otis Grand, y que también está en la junta, como bocal. Alex “Killer” Martínez, guitarrista de Black Cotton, se encarga de la vicepresidencia y la tesorería, haciendo gala de un empuje y un compromiso, que para sí quisieran algunos que llevan mucho más tiempo en esto del blues. Su compañero armonicista de Black Cotton, Rafa, y el genial Chiqui Mingo, completan estas nueva junta directiva, con tantas ganas como ideas, y de forma más desinteresada que de costumbre. Danacol intravenoso para desatascar los blueseaductos sevillanos.

La primera inyección fue una espectacular jam-session de presentación, a la que acudió lo mejor del blues sevillano, y la inestimable ayuda de Joaco, gran soplador que se desplazó desde Puente Genil (Córdoba). Sería demasiado largo nombrarles a todos, pero sin duda hubo dos cumbres a lo largo del show, que duró casi cuatro horas ininterrumpidas. El primero fue la coincidencia, sobre el escenario, de lo que alguno llamó “la Casi-Donia”. Mingo Balaguer, Lolo Ortega, Juan Arias y Paco Martínez, con la voz de José María Pardo, y la batería de Stefano Di Rubbo, nos regalaron unos momentos más que emotivos. Blues por derecho y de muchos quilates.
El otro momentazo llegó al final, ya con parte del respetable marchándose, y a punto de dar por terminado el show. A las tablas se subieron Lolo Ortega y Kid Carlos. La cosa prometía. Dos guitarras incendiarias, dos auténticos gallos de pelea, que se marcaron un colofón en el que, os lo prometo, salía humo de los mástiles de ambos músicos.

Hasta ese momento, por el estupendo escenario de “Café del Cine” pasaron más de treinta músicos que actuaron para unas trescientas personas. La Casa del Blues se Sevilla consiguió hacer un importante número de nuevos socios, se vendieron camisetas, se agotaron algunas bebidas del bar, las ganas de la asociación llegaron a todo el respetable y, lo más importante, público, músicos y dirección del local, se fueron a casa tan agotados como felices.
Si hubo alguien que se quedó sin poder tocar, estoy seguro de que su comprensión les hará ver la dificultad que entraña organizar algo así. Bien es cierto, que hubo quien participó más tiempo que otros, pero esto fue en todos los sentidos: no todos estuvieron en Café del Cine desde las nueve, colgando pancartas y preparando el escenario.

Dicho todo esto, alguno dirá… “pero Lucky ¿qué más quieres?”. Lo que quiero es que todo este apoyo, de público y músicos, no se quede solo en la sala de partos. Que los aficionados se den cuenta de que, si no cuidamos aquello que nos gusta, la cosa volverá a quedarse en intento. Que dejemos de echar de menos la participación de quienes luego se quejan de la falta de iniciativas. Lo que quiero es, en definitiva, que la gente me demuestre que me equivocaba cuando dije que aquí, en el Sur, somos más de funerales que de cumpleaños, y más de buscar culpables que soluciones. Dejemos de ser protestones de barra de bar y arriemos el hombro, como están haciendo los actuales responsables de le Casa del Blues de Sevilla. Creo que es lo que queremos todos, músicos y aficionados, para la continuidad del blues con más feeling del reino.

Con todo, el equipo médico habitual diagnostica un estado de salud reservado, pero estamos en buenas manos, aunque más manos estarían muy bien. Sueño con el día en que el personal se de cuenta de que no debe contar solo con los de siempre. Antes de empezar a quejarnos de la, ya reconocida, falta de ayuda institucional, pongámonos las pilas nosotros, que quien algo quiere… Y esto también va por parte del colectivo de músicos, a quienes echamos de menos en la jam.
Lo que es ahora, mucho interés por los conciertos, pero poca disposición a la hora de dar ese pasito más. Y no caigamos en la trampa de culpar a los malos tiempos, a la crisis… Esto ha sido siempre así. Puede que la cosa sea tan sencilla como que, si es así, será porque así tiene que ser. Al fin y al cabo… es blues. Pero yo prefiero creer que estas palabras, y lo que pasó el viernes en Café del Cine, no caerá en saco roto, y que nos veremos, en el mismo sitio, el próximo día 8 de Enero.

Lucky Tovar

lunes, 8 de noviembre de 2010

THE PURE TONES. El blues auténtico… y por derecho/CASA DEL BLUES DE SEVILLA. Mantén vivo el blues

Un concierto de The Pure Tones, siempre es una cita con el blues por derecho, auténtico, sin subterfugios ni artificios. Ya versionen a Howling Wolf o se dejen caer con la psicodélica Strange Brew, los Paco, Manuel, Domingo y Andrés, mantienen ese aroma del Chicago de la época Chess, que tan bien saben rememorar. Todo eso ya lo sabíamos, y aún así, cada vez que estos tipos se suben a las tablas de cualquier local, el resultado siempre es sorprendente. Hoy día.

El sábado 6, en Café del Cine, The Pure Tones presentaron su disco, Howlin’. Nos mostraron sus interpretaciones de clásicos de Jimmy Reed, Howling Wolf, Albert King… pero también tocaron canciones de bluesmen mucho menos conocidos, como el Kidney Stew de Eddie Vinson. Lo más notable de estas versiones, además del consabido dominio y los amplios conocimientos bluesísticos de estos maestros sevillanos, está en el hecho de que, a pesar de que The Pure Tones imprimen su sello propio y particular a estos clásicos, siguen sonando a eso: a clásicos.

Resulta complicado destacar algo en un concierto de The Pure Tones, cuando The Pure Tones son lo destacable. La guitarra de Paco Martínez continúa demostrando que en la sencillez está la perfección. La armónica de Manuel de Arcos sigue entrando en los solos como un cuchillo caliente en la mantequilla. La sección rítmica, magnífica, con un Andrés Palma que, además de pulsar el bajo, ejerce de auténtico showman, y un espléndido Domingo González, baterista de la vieja escuela, de los que ya no hay. El joven guitarrista Luís Martínez, hijo de Paco, deja claro que el futuro es prometedor: buen toque, buen gusto, buen pulso en la dosificación… El resto lo hará la experiencia, y eso irá llegando con los años.

Si sumamos la edad de todos los componentes de The Pure Tones, posiblemente sean la banda de blues más veterana. ¿Se notó? Solo en su saber ser y estar. Ya quisiera yo ver a grupos más jóvenes, meterse en el cuerpo tres horas de concierto. Aunque tuvieron ayuda, estos puretones nunca se bajaron del escenario, sino que fueron haciendo hueco a una larga lista de músicos invitados. Pepe Delgado (La Reunión de Blues), Alex Martínez (Black Cotton), un servidor (Mr. Lucky y Los Hermanos Roncha), Juan Martínez (Gipsy Swing)… Pero el momento emotivo llegó cuando, sobre las tablas de Café del Cine, se juntaron media Caledonia Blues Band. Paco Martínez, Juan Arias y Lolo Ortega, con la voz de Andrés Palma y el resto de Pure Tones, se marcaron un Caldonia que, a pesar de lo festivo de la canción, nos llenó de melancolía.

Gran concierto, grandes momentos dignos de guardar en la memoria, y una jam final como adelanto de otra gran cita. Porque la asociación Casa del Blues de Sevilla, comienza su nueva y prometedora andadura. Nueva junta directiva, ganas renovadas y una meta inmediata: unir, apoyar y promocionar el blues sevillano. Estarán los más importantes bluesmen sevillanos, en una jam-session que promete grandes emociones, y segura continuidad. La cita, en Café del Cine (Polígono El Manchón, Tomares, Sevilla), el viernes 10 de Diciembre, a eso de las 11 de la noche. Una ocasión que no debemos perdernos ningún aficionado a la buena música, si de verdad nos consideramos así.

La cita es ineludible. De esas que no admiten excusas, sobre todo porque se trata del trabajo, comprometido y desinteresado, de un grupo de personas empeñadas en hacer todo lo posible para que el blues, que cada vez cuenta con más adeptos, siga vivo en nuestra ciudad. Unos cuantos son los que trabajan, pero el apoyo tiene que ser, general y unánime, de todos quienes disfrutamos con los directos que se celebran en nuestra ciudad. No son muchos, y a menudo se suman las dificultades para los músicos. Por eso es, más que importante, imprescindible, la asistencia a esta primera jam-session del nuevo arranque de la Casa del Blues de Sevilla.

© Lucky Tovar

lunes, 11 de octubre de 2010

ANIVERSARIO TORMENTOSO. Rock'n'Roll en el páramo perdido

Solo el buen humor, y la confianza en la diestra conducción de mi amigo Jesús, hicieron que la noche del sábado 9 de octubre no pareciera lo que parecía: una road-movie de terror de serie B. Pero vayamos por partes. Unos días antes, a eso de las ocho de la tarde, suena mi teléfono:
–Dígame
–Quillo, soy Jesús
–¡Ah, hola Jesús! ¿Qué pasa?
–Quillo, que el sábado tocan los SE-30 para celebrar su décimo aniversario ¿Vamos?
–Claro que sí ¿Dónde tocan?
–En el Harley, en Almensilla

Volvamos a ir por partes. SE-30 es una banda sevillana que versiona clásicos del rock de los 70’. Gran puesta en escena, mucha fuerza y buena ejecución. Cumplen diez años sobre los escenarios, a lo largo de los cuales, me ha tocado entrevistarles en varias ocasiones, y disfrutar del gran sentido del humor de sus componentes. Un bar llamado Harley Davidson Cyclopes –evitando problemas legales – parece un sitio perfecto para un grupo como SE-30. De hecho, lo es.

Lo que no es tan perfecto es la situación de susodicho bar. El Harley está en medio de lo más parecido a un descampado, junto a las obras de lo que –es de suponer– será una urbanización. Para llegar hasta allí, hay que dejar lo que aún podemos llamar carretera, para avanzar por un camino sin asfaltar, con varios desvíos de cabras posibles que terminan en camino de cabras. Con la señalización e iluminación propias de los caminos de cabras, claro.

Así, a oscuras, medio perdidos, y atravesando más cráteres que si estuviéramos en la Luna, a la idílica situación se unió la lluvia. Y allí estábamos, Jesús al volante y yo alegrándome de no tener carné de conducir, intentábamos capear el temporal a través de unos parajes de esos donde no entrarían ni los lobos, y casi de oído, porque la fuerte lluvia no nos dejaba ver más allá del morro del coche.
–Esto sí que es rock’n’roll –le dije a Jesús, que seguía pendiente de no caer en el enésimo falso desvío.
–Esto es heavy metal –me contestó. Que tampoco era cosa de tomárnoslo a la tremenda.

Por fin llegamos. No por nuestra pericia como exploradores, sino porque vimos los faros de varios coches dirigiéndose a la única senda que aún no habíamos probado. Luces a lo lejos, ecos de lo que parece música…
–¡Tiene que ser allí! –exclamó, esperanzado, mi voluntarioso amigo.

Efectivamente, era allí. ¡Habíamos llegado al Harley! El bar es, en realidad, la planta baja de una casa convertida en garito. Muy bien convertida, dicho sea de paso. Unos trescientos metros para unas trescientas personas, –no hace falta ser Pitágoras para hacerse una idea– techos bajitos y llenos de artilugios antiguos de todo tipo, la barra en un extremo y, en el otro extremo, el escenario.

Y sobre el escenario –unos cinco o seis metros cuadrados– la guitarra de Lito, la voz de Darío, el bajo de Ángel y la batería de “El Muten”. O sea, los SE-30. The Kins, Deep Purple, Led Zeppelin, AC/DC… La flor y nata del rock setentero, y algo del ochentero, pasaron por las tablas del Harley, de la mano de este cuarteto.
–Quillo, –me habló Jesús– esta gente, cuando formaron el grupo, se compraron el disco de “Esta noche cruzamos el Mississippi” y de ahí sacaron todo el repertorio… ¡pero que bien lo hacen!
Y así es. Pero además, estos tipos consiguen que sus versiones suenen a ellos. Hacen suyos estos clásicos, y conectan a la perfección con su público, que suele entregarse por completo.

A estas alturas, alguno estará preguntándose qué tiene que ver todo esto con un blog llamado Terminal Blues. Pero es que el blues terminó por aparecer, como algo inevitable –así lo creí siempre– en todo concierto de rock que se precie. Una banda rockera hasta el tuétano, podría parecer que malversa el blues, como un gaitero escocés tocando una sevillana. Pero tampoco esperábamos que sonara a Muddy Waters. Y sin bien el Hoochie-coochie man sonó algo aburguesado, es lo que lo tiene el blues cuando se convierte en rock… ¿no?

Llegó la hora de las acostumbradas invitaciones. La guitarra incendiaria de Sergio, las baquetas de “El Rocketa”, algún otro músico invitado cuyo nombre no oí bien… Y de repente, como en acción reivindicativa, el blues volvió a sonar a blues, gracias a las cuerdas de Nico León. Estilo, feeling y buen gusto. Pausas cuando hay que darlas, clímax y… por fin… la pentatónica reinó en el Harley.

A todo esto, sudor, humo y olor a costalero en un garito de ambiente Harley-Davisoniano. Se me ocurrió una peregrina idea:
–¿Y si salimos unos minutos a tomar aire?
–¿Tú ves la que está callendo?
–Bueno… mojados ya estamos
–Pues sí.

No ganamos la guitarra que se sorteaba, pero nos reímos mucho con los gritos de la afortunada. Fue una noche lluviosa, tormentosa, empapada en sudor y nicotina consumida. Fue una noche de rock’n’roll y algo de blues. Fue una noche en la que lo pasamos…
–¡Quillo, yo lo he pasado de puta madre!
–¡Yo también, tío! Oye… ¿Era en la rotonda a la derecha o a la izquierda?
–Tío… cambia tu nómina a un banco de esos que te regalan un GPS.

© Lucky Tovar


martes, 21 de septiembre de 2010

Mr LUCKY y LOS HERMANOS RONCHA. Debut accidentado: esto pinta bien

Dicen que los bebés que dan más guerra se convierten en buenos chicos, los mejores matrimonios empiezan con una boda accidentada, y bien está lo que bien acaba. Si esto es cierto, el debut de Mr. Lucky y Los Hermanos Roncha augura un buen futuro para esta nueva banda de blues, de la que tengo el honor de formar parte. Mi falta de memoria para algunas letras, aunque las haya escrito yo, y los nervios de quien se sube a un escenario con solo dos ensayos, no empañaron un concierto que, al menos, se hizo con el corazón. Y es que resulta muy difícil que algo salga mal cuando se hace uno acompañar de tan buenos músicos, por mucho que quien canta, y suscribe, metiera la pata.

Fue un primer concierto lleno de flecos que recortar y virutas que limar, pero se transmitió lo que se pretendía transmitir, y el respetable lo pasó bien. Al fin y al cabo, de eso se trata… ¿no? El público se divirtió, los músicos -y yo también- se divirtieron, y el inefable jefe del local se quedó contento. Tampoco resulta complicado que las cosas salgan bien en un sitio como el palaciego Cismán Rock’n’Blues, donde contamos con un trato exquisito y unas cualidades óptimas.

Hemos comenzado chillando mucho, como los bebés guerreros, aunque espero que eso nos haga mejor banda, aunque no lleguemos a buenos chicos. Nuestro debut ha sido accidentado, y también divertido, lo que vaticina -o eso espero- que no habrá divorcio prematuro. Empezamos -o empecé- titubeantes, pero sabemos aprender de los errores, tanto como disfrutar de los aciertos. No sé si llegaremos lejos, pero tampoco es lo que pretendemos. Seguiremos compatibilizando la diversión con el aprendizaje: lo vamos a pasar muy bien, pero intentaremos hacerlo lo mejor posible.

Gracias a quienes asistieron, y también a los grandes músicos que se dejaron invitar -Julio “Colín”, Pepe Delgado y Chiqui Mingo”- y sobre todo a mis compañeros -y sin embargo amigos-, auténticos artífices de que Chema, Jose, Joaquín, Nico y un servidor, podamos llamarnos hoy Mr. Lucky y Los Hermanos Roncha.



© Lucky Tovar